Pinceladas.-Girones sin final de un futuro previsible


GIRONES SIN FINAL DE UN FUTURO PREVISIBLE

Fue a raíz de su consulta sobre la posibilidad de intervenir para solucionar el problema creado por las siempre difíciles relaciones con su hermana, agravadas ahora por el reparto de la herencia, tras el fallecimiento de sus padres.

 Me contó, entusiasmada, su actual situación sentimental, olvidada ya la relación con su esposo del que hacía años se había divorciado. Vivía feliz compartiendo temporalmente la relación con un compañero de trabajo, casado en Holanda pero que pasaba temporadas en Madrid.

Preparé entonces la página que ahora transcribo.

Luego he sabido que él, tras divorciarse de su mujer, se casó. Creo que tuvo un hijo con su nueva esposa.
           Ella, añorando sin duda la felicidad de aquellos días, sigue enamorada de él, que la saluda muy cortés cuando se encuentran.

GIRONES SIN FINAL DE UN FUTURO PREVISIBLE

 Protagonistas

ÉL.- Holandés, de 32 años, casado en su tierra, trabajador  en Empresa holandesa con oficina en España

ELLA-. Española, de 27 años, soltera, trabajadora en la oficina de Madrid de la Empresa holandesa


Escena 1ª

Sala de llegadas internacionales del Aeropuerto de Barajas

El panel que anuncia los vuelos de aquel 10 de marzo acaba de avisar que está en

tierra el vuelo de la KLM que estaba esperando. Nerviosa se va ya a la puerta por

donde muy pronto aparecerá él.

Ha venido a toda prisa para no defraudar su expectativa. 

Espero que vayas a recibirme  le había dicho por teléfono cuando le anunció su decisión de venir a verla.  Y, aunque ella le había contestado “No sé”;  sabía, sin el menor asomo de duda, que no dejaría de atender la petición de él, que coincidía además con la ilusión de ella.

Se había puesto para la ocasión aquella blusa de colores cálidos que él le había

regalado no hacía mucho como recuerdo de uno de sus viajes. Conjuntaba bien con

aquel pantalón ceñido que estilizaba su figura sobre los zapatos de tacón alto y con el

collar que adornaba su esbelto cuello mientras apuntaba, insinuante, las redondeces de

su busto que a él tanto le agradaba. Estaba atractiva. Se sentía guapa. Sabía que le

gustaría y estaba deseando que llegara el instante de verle aparecer por la puerta de

salida.

Unos minutos más y allí, entre la variopinta masa de personas que desde la

puerta misma se apresuraban a mirar a todas partes para tratar de localizar, ansiosos, la

persona que les estuviera esperando, apareció su figura. Alto y bien constituido,

elegante, con su ordenador colgado al hombro y un pequeño bulto en la mano, avanza

por el pasillo de salida con su aire distinguido y su gesto ausente, encontrándose de

repente con la mirada de felicidad de la persona a la que deseaba complacer y de cuya

compañía esperaba disfrutar durante aquellos dos días..

 No medió saludo alguno. Sin necesidad de palabras, los labios de ella buscan los suyos mientras se funden en un  abrazo cálido, aunque apresurado, porque la avalancha de los viajeros salientes les arrastra en el movimiento de salida,

 

Escena 2ª

Salón comedor del Restaurante La Capilla

Una pareja que se adivina feliz alza su copa de champán en aquella mesita

recoleta que hay discretamente situada al final del salón. Están evidentemente

celebrando algún acontecimiento. ”Por nosotros” se dicen en un apagado murmullo,

mientras se miran a los ojos con deseos de que se haga realidad su brindis ilusionado.

Ella, tras degustar el contenido de su copa, que le sabe a gloria, la deja sobre la

mesa y aprovecha la proximidad de la mano de él para acariciarla.

Su voz suena triste:

“ ¡Que felicidad, tenerte aquí en mi cumpleaños!. i Te he echado tanto

de menos.. ...!.

“He pensado mucho en nuestra situación durante estos últimos días.

“No me importa. Te quiero tanto que no me importa pasar ante los demás como

planto de segunda....

“No me importan los sesgados comentarios de conmiseración de

nuestros compañeros, aludiendo maliciosamente a mi situación de dependencia con

respecto a ti.

“ Solo me importas tú y mantener para siempre la sensación de nuestra

atracción permanentemente.

“Pero me acucia el miedo de perderte, pasada la época de esta explosión de amor.

“ Si pudiera tener la seguridad de que esto seguiría así eternamente...., pero no puedo evitar el

miedo de que llegue un día en que te pierda, en que pierda este poco que me das (porque

poco es lo que no sea todo).  Temo tu desafección y me aterra pensar que ésta sea

alimentada por nuestras circunstancias. Pero ¿Cómo evitarlo?

“Por teléfono me has preguntado la causa de mi esquiva actuación en los últimos días.

Es esa.  El temor a que, teniendo que compartirte con alguien que está más cerca de ti, que

tiene sobre ti derechos que yo no tengo, puedas perder la ilusión que hoy te reconozco;  que

pueda llegar el día en que quede privada de tu compañía, dejando vacía mi vida, que solo

está pendiente de la tuya.

“¿Qué sería entonces de mí que, por ti, no he querido aprovechar las posibilidades de

encontrar una vida estable con otra pareja?  Me encontraría sin ti y, posiblemente, sin

posibilidad de rehacer mi vida que, desde que te conozco, solo se ha mantenido con el

deseo de complacerte

“Por eso quiero plantearte la posibilidad de que, juntos, busquemos un modo de obstaculizar

ese posible —y temido- desafecto tuyo. 

“Yo me comprometo a dedicarme a ti —como ahora lo hago- en exclusiva.

“Tu situación personal actual no te permite hacer el mismo compromiso. Lo comprendo

 “Yo no pretendo que rompas tu plan de vida, que siempre respetaré. Pero ¿has considerado tú la situación en que yo me quedaría anímica y materialmente, si algún día te negaras a darme lo que no puedo — y no quiero- exigirte?

“¿Por qué no piensas tú en la posibilidad de asegurar, al menos, mi situación

personal (lo menos importante, si no vuelves) y de poner trabas a tu posible desafección,

mediante un compromiso firme de subvención, que cubriera además, en su caso,

las atenciones, el cuidado y la educación de nuestros posibles hijos?

Un ruido de vidrios rotos hace levantar la vista a los demás comensales, que

pueden observar cómo ha quedado rota en el suelo la botella de Moet&Chandon.



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