Pinceladas.-Girones sin final de un futuro previsible
Escena 1ª
Sala de llegadas internacionales del Aeropuerto de Barajas
El panel que anuncia los vuelos de aquel 10 de marzo acaba de avisar que está en
tierra el vuelo de la KLM que estaba esperando. Nerviosa se va ya a la puerta por
donde muy pronto aparecerá él.
Ha venido a toda prisa para no defraudar su expectativa.
“Espero que vayas a recibirme” le había dicho por teléfono cuando le anunció su decisión de venir a verla. Y, aunque ella le había contestado “No sé”; sabía, sin el menor asomo de duda, que no dejaría de atender la petición de él, que coincidía además con la ilusión de ella.
Se había puesto para la ocasión aquella blusa de colores cálidos que él le había
regalado no hacía mucho como recuerdo de uno de sus viajes. Conjuntaba bien con
aquel pantalón ceñido que estilizaba su figura sobre los zapatos de tacón alto y con el
collar que adornaba su esbelto cuello mientras apuntaba, insinuante, las redondeces de
su busto que a él tanto le agradaba. Estaba atractiva. Se sentía guapa. Sabía que le
gustaría y estaba deseando que llegara el instante de verle aparecer por la puerta de
salida.
Unos minutos más y allí, entre la variopinta masa de personas que desde la
puerta misma se apresuraban a mirar a todas partes para tratar de localizar, ansiosos, la
persona que les estuviera esperando, apareció su figura. Alto y bien constituido,
elegante, con su ordenador colgado al hombro y un pequeño bulto en la mano, avanza
por el pasillo de salida con su aire distinguido y su gesto ausente, encontrándose de
repente con la mirada de felicidad de la persona a la que deseaba complacer y de cuya
compañía esperaba disfrutar durante aquellos dos días..
No medió saludo alguno. Sin necesidad de palabras, los labios de ella buscan los suyos mientras se funden en un abrazo cálido, aunque apresurado, porque la avalancha de los viajeros salientes les arrastra en el movimiento de salida,
Escena 2ª
Salón comedor del Restaurante La Capilla
Una pareja que se adivina feliz alza su copa de champán en aquella mesita
recoleta que hay discretamente situada al final del salón. Están evidentemente
celebrando algún acontecimiento. ”Por nosotros” se dicen en un apagado murmullo,
mientras se miran a los ojos con deseos de que se haga realidad su brindis ilusionado.
Ella, tras degustar el contenido de su copa, que le sabe a gloria, la deja sobre la
mesa y aprovecha la proximidad de la mano de él para acariciarla.
Su voz suena triste:
“ ¡Que felicidad, tenerte aquí en mi cumpleaños!. i Te he echado tanto
de menos.. ...!.
“He pensado mucho en nuestra situación durante estos últimos días.
“No me importa. Te quiero tanto que no me importa pasar ante los demás como
planto de segunda....
“No me importan los sesgados comentarios de conmiseración de
nuestros compañeros, aludiendo maliciosamente a mi situación de dependencia con
respecto a ti.
“ Solo me importas tú y mantener para siempre la sensación de nuestra
atracción permanentemente.
“Pero me acucia el miedo de perderte, pasada la época de esta explosión de amor.
“ Si pudiera tener la seguridad de que esto seguiría así eternamente...., pero no puedo evitar el
miedo de que llegue un día en que te pierda, en que pierda este poco que me das (porque
poco es lo que no sea todo). Temo tu desafección y me aterra pensar que ésta sea
alimentada por nuestras circunstancias. Pero ¿Cómo evitarlo?
“Por teléfono me has preguntado la causa de mi esquiva actuación en los últimos días.
Es esa. El temor a que, teniendo que compartirte con alguien que está más cerca de ti, que
tiene sobre ti derechos que yo no tengo, puedas perder la ilusión que hoy te reconozco; que
pueda llegar el día en que quede privada de tu compañía, dejando vacía mi vida, que solo
está pendiente de la tuya.
“¿Qué sería entonces de mí que, por ti, no he querido aprovechar las posibilidades de
encontrar una vida estable con otra pareja? Me encontraría sin ti y, posiblemente, sin
posibilidad de rehacer mi vida que, desde que te conozco, solo se ha mantenido con el
deseo de complacerte
“Por eso quiero plantearte la posibilidad de que, juntos, busquemos un modo de obstaculizar
ese posible —y temido- desafecto tuyo.
“Yo me comprometo a dedicarme a ti —como ahora lo hago- en exclusiva.
“Tu situación personal actual no te permite hacer el mismo compromiso. Lo comprendo
“Yo no pretendo que rompas tu plan de vida, que siempre respetaré. Pero ¿has considerado tú la situación en que yo me quedaría anímica y materialmente, si algún día te negaras a darme lo que no puedo — y no quiero- exigirte?
“¿Por qué no piensas tú en la posibilidad de asegurar, al menos, mi situación
personal (lo menos importante, si no vuelves) y de poner trabas a tu posible desafección,
mediante un compromiso firme de subvención, que cubriera además, en su caso,
las atenciones, el cuidado y la educación de nuestros posibles hijos?
Un ruido de vidrios rotos hace levantar la vista a los demás comensales, que
pueden observar cómo ha quedado rota en el suelo la botella de Moet&Chandon.
….
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