Pinceladas.-UNA VISITA AL MUSEO DE CIENCIAS NATURALES DE MADRID - 4-
CONTINUACIÓN
DE LA VISITA AL MUSEO

A la izquierda unas mesas-vitrinas, dedicadas
a la presentación de algunas aves pequeñas, entre las que destacamos distintas
especies de perdices, esos “pájaros”- como con familiaridad las llaman los cazadores- que
corretean por nuestros rastrojos buscando insectos y, especialmente las
semillas y granos que quedaron olvidados tras la “rebusca” que suele seguir a
la cosecha de los cereales.
Bajando por la escalera hasta la
planta sótano, sorprenden, colgadas de la pared como cuadros siniestros, las
figuras de tortugas gigantes o pieles de cocodrilo que parecen estar esperando
la llegada del taxidermista para preparar su naturalización.
Una vez abajo, frente al ascensor, a la izquierda, un largo pasillo (en donde, por cierto, se descontrola el personal: los niños, porque se dispersan para ver mejor las colecciones de insectos que ofrece la larga vitrina de la pared derecha; los mayores, porque se detienen tratando de reconocer o recordar el nombre de los que conocieron durante su juventud o niñez, pasada, en su mayor parte, en los campos de sus respectivos pueblos). A lo largo de esa vitrina, por encima de lo demás el casi inacabable esqueleto de una serpiente pitón.
Sobre este extraordinario animal, (un
oficio según los naturalistas) conviene recordar que se trata de una serpiente
constrictora,
es decir, que mata a sus
presas por estrangulamiento, rodeando sus cuerpos con sus anillos y
oprimiéndolas hasta dejarlas muertas por asfixia. Son parecidas a las Boas, de
las que se diferencian porque aquellas paren a sus crías ya vivas en situación
de reptar desde el primer momento, mientras que en las boas las crías nacen de
los huevos que pone la madre. Ambas tienen la facultad de abrir su boca tan
exageradamente que pueden ingerir animales del tamaño de un jabalí o mayores.
Ninguna de ellas es venenosa. Sí lo son, por el contrario, la cobra, el áspid o
la víbora, serpientes venenosas, es decir que matan a sus presas
inoculando en el cuerpo de éstas un poderoso veneno, por mordedura y a través
de sus poderosos dientes móviles.
En la parte media de la pared, variadas colecciones de insectos, especialmente, mariposas; pero, también, un par de ejemplares del “insecto palo”, que causa admiración general por su fácil identificación como una ramita caída de un árbol y olvidada entre la hojarasca
Y ya avistamos la entrada al Real
Gabinete
Nació Carlos III en el 1716, del
matrimonio que, en segundas nupcias, contrajo el primer Borbón español, Felipe
V, con Isabel de Farnesio. Fue el tercero de los hijos de aquel rey y el único
que tuvo del segundo matrimonio. Pocas esperanzas tenía, pues, de llegar a ser
rey de España, y, en efecto, su padre le designó para ocupar el trono de
Nápoles y Sicilia, a la sazón, gobernadas por los monarcas españoles. Pero la
muerte en 1759 de su hermano Fernando, que ocupaba el trono español por el
previo fallecimiento del primogénito, Luis, le convirtió en heredero de la
corona de España, a donde se trasladó, trayendo consigo la experiencia que le
habían dado 25 años de reinado en Italia. Amante de su mujer y de la caza, a
partes iguales, se preocupó de llevar a los españoles la cultura que florecía campante
en el reino de las Dos Sicilias.
Ya, en la sala, podemos observar en
la mesa que está justamente enfrente de la entrada un conjunto de minerales
varios: un bloque de malaquita con azurita; un trozo de pirita de chile; mineral
de cuarzo sobre gabro; limonita; azufre; ,…un heterogéneo conjunto, por lo demás,
de preciosa presencia. Cuando enseño estas piezas suele venir a mi memoria aquel día -hace diez o doce años- en que ,explicando estos objetos a un grupo de niños de trece o catorce años, me acordé del poeta nicaragüense Rubén Darío y les recité un trocito del "poema a Margarita", aquel que hace referencia a "Este era un rey que tenía...un quiosco de malaquita..." y resultó que ¡Margarita se llamaba una niña del grupo!. No puedo contar la algarabía que se armó
Destaca, sobre el busto del Académico
Naturalista, la fotografía, que se atribuye a Goya, del oso hormiguero,
reproducido debajo con gran acierto. Es éste un animal extraño que se encuentra en los países que se conocen como de la América Latina. A pesar de su nombre, no tiene parentesco alguno con los osos. Tiene una larga lengua, que puede pasar del medio metro de larga y que le sirve para cazar insectos, único alimento de este sorprendente animal. En leyenda aparte, se explica la
historia de este cuadro que, perdido durante muchos años, solo hace un par de
ellos que se encontró por sorpresa entre el material almacenado.
Sobre un mueble de caoba con cajones
numerados para guardar colecciones (de las que son visibles: una, con huevos de
animales modernos; y otra con amonites antediluvianos), un ave del paraíso y un
esqueleto de culebra.

Encima, una reproducción del cuadro de Carlos III, cuyo autor no recuerdo. A su izquierda, según se mira, dos cuadros, presentando sendas colecciones de pájaros americanos, debajo de los cuales hay una mesa con tablero de mármol y piedras volcánicas. Más adelante, una escultura en piedra con la
reproducción de un cerebro; piezas extraordinarias o poco conocidas,
como un cangrejo gigante del Japón, un pangolín africano; una culebra de
Filipinas; unos coprolitos de elefante; un espejo inca, de obsidiana
pulimentada; la cabeza de una cabra con cuatro cuernos; un pez cornudo; el
esqueleto de un pez pargo, tan sabroso al comer como precaución se ha de tener
para comerlo por la cantidad de espinas; unos libros científicos; ….
Dejamos la sala por otro pasillo
circular al que se accede por la puerta contraria a la de entrada y aquí, en la
pared, una serie desordenada de cabezas de animales totalmente diferentes, entre los cuales parece
que lo único que hay en común es la tenencia de apéndices de ataque o defensa,
es decir cuernos y dientes extraordinarios. Y así encontramos cabezas de
búfalo, antílope, toro, bisonte, ñu, tigre, cabra, alce, ciervo, morsa, ….
Pasamos de nuevo junto a Los Leones,
ya conocidos. Frente a ellos , un par de buitres
nos permiten recordar, con su desagradable figura, aquella pareja que ya vimos
en la primera sala visitada: esas aves carroñeras, cuyo tipo de alimentación,
unido al desnudo cuello y altanera mirada tras el rojizo adorno superior del
pico, hacen poco sugestiva la contemplación de estas aves de gran tamaño. La vitrina, sin embargo, a pesar de mi aversión personal al animal, reconozco que es bonita.
Llegados al final del pasillo donde encontramos, al entrar, la serpiente pitón, vemos, junto al ascensor, una vitrina que ofrece (con no mucha gracia ¡la verdad!) la figura naturalizada de una serpiente boa, Se trata de un reptil que forma parte de los que los científicos catalogan como plagiotremas, un ofidio propio de América del Sur, que carece de dientes, pero son temibles porque pueden ahogar a grandes animales (hasta a un hombre) apretándolo entre los anillos de su cuerpo. Dato curioso es que tiene unas rudimentarias patas posteriores, que, desde luego, no utiliza para caminar.
La boa aparece aquí representada en forma erguida sobre su largo y musculoso cuerpo. Parece indicarnos con su cabeza la dirección correcta para abandonar la sala.
Atendiendo la posible sugerencia del ofidio, ascendemos por la escalera al piso superior y, saliendo a la izquierda, llegamos al zaguán o sala que conforma el punto de entrada en el Museo, desde donde partiremos para visitar el conjunto de animales que nos ofrece la exposición sobre Biodiversidad.
Pero, eso será en otro momento
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EL
REAL GABINETE
Terminada la información sobre el
calamar, salimos al pasillo por donde comenzamos la visita, para llegar a la
sala que contiene los orígenes del Museo.
Al comenzar la visita la dejé atrás,
conscientemente, porque, para mi gusto, lo que hemos visto hasta ahora es la
parte más didáctica del mundo animal viviente, aquí representado. Pero es
momento de regresar por el pasillo de entrada. Y, a la izquierda según
avanzamos, encontramos, bien señalizada, la sala que buscamos.
Enfrente, un ascensor que nunca utilicé en los casi veinte años que he hecho el recorrido y que, posiblemente, me hubiera visto obligado a usar, si hubiera continuado, mucho tiempo más, desarrollando esta actividad que, a pesar de todo, me llena de ilusión.
Enfrente, un ascensor que nunca utilicé en los casi veinte años que he hecho el recorrido y que, posiblemente, me hubiera visto obligado a usar, si hubiera continuado, mucho tiempo más, desarrollando esta actividad que, a pesar de todo, me llena de ilusión.


Una vez abajo, frente al ascensor, a la izquierda, un largo pasillo (en donde, por cierto, se descontrola el personal: los niños, porque se dispersan para ver mejor las colecciones de insectos que ofrece la larga vitrina de la pared derecha; los mayores, porque se detienen tratando de reconocer o recordar el nombre de los que conocieron durante su juventud o niñez, pasada, en su mayor parte, en los campos de sus respectivos pueblos). A lo largo de esa vitrina, por encima de lo demás el casi inacabable esqueleto de una serpiente pitón.

En la parte media de la pared, variadas colecciones de insectos, especialmente, mariposas; pero, también, un par de ejemplares del “insecto palo”, que causa admiración general por su fácil identificación como una ramita caída de un árbol y olvidada entre la hojarasca
Siguiendo el pasillo, en la esquina
de la derecha, una fuente de taza permite aplacar la sed de quien la tenga, y
da, casi siempre, pretexto a los jóvenes para romper el ritmo, escasamente
iniciado aún, de la visita, con el arremolinamiento junto a ella para,
supuestamente, beber un trago. Estamos en la esquina de Los Leones.
Dos vitrinas, en esquinas opuestas de
este camino nos presentan a estos felinos. Son los mamíferos conocidos como
“los reyes de la selva”, porque, en efecto, en las selvas africanas suelen
dominar a los demás, a los que se imponen por regla general. Hay excepciones:
una, ostensible, el elefante, a causa de la corpulencia de éste, con el que,
sin embargo, suelen convivir pacíficamente; otra, las hienas; no el animal
individualmente considerado, sino la horda de hienas, el conjunto de hienas que
compiten eficazmente con el león a la hora de disputar la comida de algún
animal muerto. En los leones se aprecia, como en ningún otro mamífero, el
dimorfismo sexual, que aparece de manera elocuente en la hermosa melena que
adorna la cabeza de los machos. También diferencia, a la hora de la caza, la cual suelen realizar las hembras en ordenado e inteligente ataque conjunto a la
presa elegido por una de ellas.
Una anécdota curiosa que, aunque conocida normalmente, no suele ser muy comentada: El León es un fogoso animal; posiblemente el de mayor actividad sexual entre los que habitan en África. En temporada de procreación pueden copular con varias hembras hasta cien veces cada día. Pero ¡oh, decepción; sumado todo el tiempo de la coyunda diaria, apenas llegaría a los cinco minutos. Triste detalle que, de propalarse entre las féminas de la época actual,, podría desbancar a este felino de su afamada consideración como rey de los animales .
Una anécdota curiosa que, aunque conocida normalmente, no suele ser muy comentada: El León es un fogoso animal; posiblemente el de mayor actividad sexual entre los que habitan en África. En temporada de procreación pueden copular con varias hembras hasta cien veces cada día. Pero ¡oh, decepción; sumado todo el tiempo de la coyunda diaria, apenas llegaría a los cinco minutos. Triste detalle que, de propalarse entre las féminas de la época actual,, podría desbancar a este felino de su afamada consideración como rey de los animales .
que parece bastante sombrío en la fotografía, que adjunto, pero
suficiente para dar una idea del Gabinete creado por Carlos III que, a mi
juicio, ha sido el más culto y mejor gobernante de los reyes españoles de la
época moderna.

Por lo que a nosotros respecta, tuvo
la idea de reunir, animales y objetos varios, desconocidos o raros, para que el
pueblo español tuviese acceso a su conocimiento y ampliase su cultura. A este
fin, y contando como base con la variada colección de piezas de todo tipo que
tenía el prestigioso naturalista D. Pedro Franco Dávila, formó el primer Gabinete
de Historia Natural, del que precisamente éste personaje fue el primer director. Y son una
parte estas piezas las que en esta sala se exhiben, en un aparente desorden, ya
que se muestran muebles, rocas, fósiles, animales naturalizados, cuadros,
esqueletos, … todo en un “totum revolutum” aparente, que sin duda tiene su
razón de ser, aunque al visitante no le quede clara cuál sea.
Se desciende a la sala por la
derecha, un pasillo circular, en cuya pared se exponen, sin que su
colocación obedezca,
en apariencia, a ninguna metodología determinada, una serie de reptiles
naturalizados: ofidios y cocodrilos, de los más variados tipos y tamaños, cuya
identificación se deja al conocimiento de los entendidos. Según se indica en la nota que, como advertencia (o disculpa) queda en la sala, los animales exhibidos han sido donados por sus propietarios o fueron piezas cazadas por personas y en condiciones que no pueden considerarse contraventoras de la normativa sobre conservación de la Naturaleza.



Encima, una reproducción del cuadro de Carlos III, cuyo autor no recuerdo. A su izquierda, según se mira, dos cuadros, presentando sendas colecciones de pájaros americanos, debajo de los cuales hay una mesa con tablero de mármol y piedras volcánicas. Más adelante, una escultura en piedra con la
Y en el centro:
El Jardín del Edén:
Una vitrina donde, entre un caótico revuelto de animales, emergen los esqueletos de un hombre y una mujer, en referencia bíblica a los orígenes de la pareja humana, a cuya comparación invita la manzana que la mujer presenta.
El Jardín del Edén:
Una vitrina donde, entre un caótico revuelto de animales, emergen los esqueletos de un hombre y una mujer, en referencia bíblica a los orígenes de la pareja humana, a cuya comparación invita la manzana que la mujer presenta.
Lo más visible, al menos, lo más
voluminoso, de la Sala son las dos figuras del Elefante indio: una, en esqueleto; la otra, en figura
naturalizada. La conjunta observación de estas dos piezas sirve perfectamente
para apreciar la función del taxidermista que permite comprender la diferencia
entre el animal naturalizado y el esqueleto de ese mismo animal.
Dejo para otro momento la referencia
a las características de este animal, limitándome a señalar aquí que el
elefante indio, como su propio nombre indica, es propio de la India y del Asía
sur y suroriental; y bien diferente, en
el fondo, al elefante africano, no solo en por su menor tamaño, sino también
por su comportamiento en relación con la actividad humana

Dejamos el Gabinete y con él, en las alturas, la figura de un Cóndor que, con sus alas
extendidas, en posición de vuelo, parece planear, vigilante, como guardián del
conjunto.
Antes de entrar en el pasillo donde
vimos la pitón, sobre el dintel de entrada, el
cráneo de un cocodrilo, permite fijar la atención en la especial
dentadura de estos animales, que, por no estar preparada para masticar la carne
de sus
presas, tiene los dientes encajados: los de la mandíbula superior entre los de la inferior, de modo que, al cerrar las dos, se forma como una cremallera que impide que se escapen los animales capturados. Pero, dejo para otro lugar una más amplia referencia a este animal.
presas, tiene los dientes encajados: los de la mandíbula superior entre los de la inferior, de modo que, al cerrar las dos, se forma como una cremallera que impide que se escapen los animales capturados. Pero, dejo para otro lugar una más amplia referencia a este animal.

Llegados al final del pasillo donde encontramos, al entrar, la serpiente pitón, vemos, junto al ascensor, una vitrina que ofrece (con no mucha gracia ¡la verdad!) la figura naturalizada de una serpiente boa, Se trata de un reptil que forma parte de los que los científicos catalogan como plagiotremas, un ofidio propio de América del Sur, que carece de dientes, pero son temibles porque pueden ahogar a grandes animales (hasta a un hombre) apretándolo entre los anillos de su cuerpo. Dato curioso es que tiene unas rudimentarias patas posteriores, que, desde luego, no utiliza para caminar.
La boa aparece aquí representada en forma erguida sobre su largo y musculoso cuerpo. Parece indicarnos con su cabeza la dirección correcta para abandonar la sala.
Atendiendo la posible sugerencia del ofidio, ascendemos por la escalera al piso superior y, saliendo a la izquierda, llegamos al zaguán o sala que conforma el punto de entrada en el Museo, desde donde partiremos para visitar el conjunto de animales que nos ofrece la exposición sobre Biodiversidad.
Pero, eso será en otro momento
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