Pinceladas. RECUERDOS
RECUERDOS
Buenos días, B.....
Me
voy a permitir confiarle un comentario al que, naturalmente, puede dar el
destino que le parezca. De antemano le pido disculpas por la licencia que me
tomo, privándole de su tiempo
Verá:
La
oficina que C... tuvo en la calle D..... se abrió por los años 70 del pasado
siglo. Y fue consecuencia de las buenas relaciones que hubo entre D. I..... hombre fuerte de C...., y D. J.... miembro
del Bufete de Abogados “Calvo-López-Llovet”, del que yo fui fundador.
Fue,
sin duda, concesión del Sr. F...., que atendió la sugerencia del Sr. L al
ofrecerle la posibilidad de abrirla en aquel inmueble que ocupaba los bajos del
domicilio al que yo me había trasladado por aquellas fechas.
Lógicamente
mi Bufete trasladó su cuenta a esa oficina. (Por cierto, ¡curiosidad!, cuando
se abrió la mía personal el director sugirió poner, antes que
mi nombre, el nombre de mi esposa para evitar confusiones con la cuenta abierta
al Bufete, en la que también figuraba mi nombre en primer lugar).
Han
pasado muchos años. Pero desde el principio todos los Directores de la Oficina,
y hasta Directora –que también hubo una- conservaron la costumbre de enviarme
invitaciones para los eventos de C.....en Madrid. Solíamos aprovechar la
ocasión para, durante unos minutos, estrechar las relaciones con personales
comentarios.
Hace
un par de años C.... cerró la oficina y la trasladó a P..... Desde entonces
no he vuelto a haber ningún contacto personal. Ni siquiera sé quién es el
Director (o, acaso Directora, de la Oficina). Yo, por el contrario, he mantenido
(y hasta incrementado en algunos casos) los productos de mi propiedad que he
confiado a su custodia.
No
tiene, desde luego, C.... ninguna obligación real conmigo. Ninguna. Pero yo ya
soy viejo (la próxima semana cumplo 91 años) y vivo solo en mis recuerdos.
Mis excusas porque me alargué más de lo que pensaba.
Cordialmente
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