Pinceladas.-FIN DE LA MOCIÓN
FIN DE LA
MOCIÓN
Por fin
terminó el espectáculo creado por los congresistas para satisfacción de todos
ellos, que, en uno u otro momento de la representación, -aunque no, todos en el
mismo-, se declararon complacidos con su resultado. Y para satisfacción,
también, de gran parte de los ciudadanos, a quienes nos fue dado asistir a un
reestreno de las vanas diatribas internas que ocupan el tiempo de nuestros
“Padres de la Patria”
Trataré de
guardar un recuerdo: El de la intervención de Inés Arrimadas, de Ciudadanos,
cuando afirmaba que “no hay remedio; no
hay forma de evitar este Gobierno deje el poder durante los tres años que
quedan de legislatura”.
Es el mismo
aserto que desde hace meses yo vengo repitiendo, pero, expresado esta vez, por
una legítima representante del Pueblo.
Voy a tratar,
a partir de ahora, de ser consecuente con esa apreciación.
De nada
sirve el ir recibiendo, y retransmitiendo entre amigos y conocidos, vídeos,
fotos y comentarios que denuncian las tropelías de “el individuo” y su
heterogénea casta.
Es inútil
esperar que, con la propagación de sus indignidades y reiteradas mentiras, se
vaya a conseguir que el Pueblo consiga descabalgar a los miembros del actual
Gobierno y, mucho menos, que ellos rectifiquen su conducta y recobren la
dignidad que se espera de un gobernante leal.
No servirá
de nada; porque el pueblo español, ciego, sordo y desmemoriado, eligió para su
gobierno, por un período de cuatro años, a un individuo falaz y
versátil, solo constante en su, inconfesada pero evidente, intención de dedicarse
sin freno a conseguir su propio encumbramiento, con absoluta falta de moralidad
y con total olvido de las ilusiones de regeneración de España que había
transmitido, según la manera de pensar de cada grupo al que se acercó, a los
votantes.
Convencido
de esto, ¿a qué quemarse la sangre con el conocimiento y propagación de sus
inmorales fechorías o comportamientos impropios de un estadista?
¿En qué
beneficia sembrar o aventar el rencor contra el personaje o sus
arbitrariedades? Es ésta una actividad masoquista, una actividad que, a costa
de reproducirnos el dolor y decepción de vivir lo que odiamos, nos permite la
fugaz y vana satisfacción de creernos en el camino de la curación del mal,
erradicando su presencia.
Hagamos lo
que hagamos, solo se le podría sacar del poder al grupo gobernante con su
consentimiento; más aún: con su iniciativa. Y esto sí que es impensable.
En
consecuencia: guardemos nuestro dolor y resentimiento por las desilusiones
sufridas, aparquemos hasta su momento nuestras emociones y conocimientos, pero
mantengámoslos vívidos para que, cuando llegue la hora de votar en libertad (si
es que se le permite llegar), podamos manejar criterios útiles que nos permitan
tomar una decisión acertada.
Y entre tanto,
sintiéndolo mucho, salvo la posible -y problemática- intervención de los tribunales de Justicia, permítaseme invocar el típico remedio popular : “ajo y
agua”.
Madrid, 23 de octubre de 2020
Recomiendo ver la película-documental El dilema de las redes, en Netflix, que explica por qué la sociedad se está polarizando sin remedio a un ritmo creciente. La causa la tienen las redes sociales que gracias a su fácil acceso a través del móvil y sus potentes sistemas de inteligencia artificial que, a base de prueba y error y aprendizaje automáticos, encuentran aquello que genera mayor reacción en nosotros (casi siempre negativa, de horror, repudio, enfado, miedo,...) y se ceban en ella, haciéndonos llegar aquellos mensajes y contenidos que potencian esa reacción y nos animan a compartirla, sabiendo que ese pequeño instante de compartir genera una dopamina que nos causa una pequeña sensación buena y así continúa la cadena interminable.
ResponderEliminarTodo esto lo hacen porque han descubierto que así dedicamos más de nuestro tiempo a usar las redes sociales e invitamos a más personas a que participen en ellas, lo que a la postre, les agranda su inventario donde publicar los anuncios que las marca pagan ciégamente con tal de intentar hacer llegar su mensaje a las masas que se encuentran en esas redes sociales. Con esto, consiguen generar las inmensas fortunas que son hoy esas plataformas de redes sociales que tienen una valoración en bolsa, a día de hoy, de entre 400 y 800 dólares por cada uno de los cientos de millones de usuarios que utilizan su red social.
Estos algoritmos de inteligencia artificial son muchos más listos que nuestro cerebro y le engañan para mantenerle adicto a las redes. No hay salida, sólo queda esperar que los mismos algortimos reaccionen y cambien cuando se den cuenta automáticamente de que si empujan a los hombres a una revolución o destrucción por la incesante polarización que provocan, su valor se hundirá, dejarán de comprarse los espacios publicitarios en ellas y el modelo se autodestruirá.