Pinceladas.-Soy machista?






    Abuelo, dice mi mamá que tu no cocinas porque eres machista.

“Flipando” -como él hubiera dicho-  me dejó mi nieto:  Tiene14 años escasos, pero, siguiendo las enseñanzas de su madre, sabe hacer tartas de dulce y hasta preparar un cocido.

Dejo al margen de esta nota cualquier referencia a las circunstancias ambientales que llevaran al niño a hacer aquella manifestación, aunque bien merecerían unas líneas sobre el caso. Pero era evidente que en su mente estaba la idea de que, si yo no sabía cocinar era porque consideraba ésa una actividad propia de mujeres y no, de varones.

 La verdad es que a mi nieto le podría haber explicado que el hecho de que yo no sepa cocinar no implica que crea que la cocina no es cosa de hombres, sino que tal situación es consecuencia de la educación recibida durante una época  -tan distinta a la actual- en que hombre y mujer tenía roles distintos dentro del matrimonio, correspondiendo a la mujer las actividades propias del cuidado de la casa y ejercicio de las actividades domésticas y al hombre la labor de allegar fondos para mantener la vida de la familia y las relaciones con el exterior. Le podría haber explicado que en la sociedad civil actual, el hecho de que los dos miembros de la pareja salgan a trabajar, obliga también, a los dos, a realizar por igual las faenas domésticas.  Pero que eso no implica aceptar “de manera absoluta” la idea de que hombre y mujer han de considerarse siempre iguales en todo y de que si no piensas así es porque eres machista.

Pero, quiero detenerme en la pregunta “¿Soy machista?”.

De entrada, hará falta determinar qué se entiende  por “ser machista”.

 Si nos atenemos a la definición de la RAE, es: “Partidario del machismo, de la actitud de prepotencia de los hombres sobre las mujeres”. Claro que, como casi siempre ocurre cuando se consulta ese diccionario, habrá que prolongar la consulta para conocer el alcance del término “prepotencia”. Y aquí se nos aclara (¿) que es “calidad de prepotente”, lo que se define como “que abusa de su poder o hace alarde de él”. Al final, creo que podemos resumir que machista se considera a quien defiende que los hombres son superiores a las mujeres.

De otro lado, creo recoger fielmente la idea de que coloquialmente se entiende como tal a la persona que desprecia o, al menos, minusvalora a la mujer. Lo cual nos lleva a un resultado muy parecido; si bien, el concepto que llamaríamos oficial enfoca la cuestión desde el lado positivo, desde la posición del hombre, mientras que coloquialmente se contemplaría desde el ángulo de la mujer.

Pues bien, sentado esto, ¿soy yo machista?

No. Decididamente no. A pesar de no saber cocinar, que parece ser actividad que debería de conocer y practicar todo varón en la misma forma en que lo hace la mujer.

Y es que yo no defiendo la igualdad del hombre y de la mujer. No, en los términos y forma en que vulgar y generalmente se entiende. Y no, porque crea que el hombre sea superior a la mujer, sino porque entiendo que -no solo por historia y tradición, (lo que también cuenta) sino constitucional y orgánicamente ambos son diferentes, y por consiguiente cada uno tiene las peculiaridades propias y derivadas de esas diferencias.

A mi modo de ver, es un contrasentido defender que hombre y mujer han de ser tratados de manera igual en todo, y siempre; pasando por alto, como si no importara, el hecho de que  solo la mujer puede concebir; de que la mujer está lastrada en su normal desenvolvimiento por los inconvenientes de su período menstrual; de que orgánicamente tiene menos corpulencia y fuerza que el varón; o de que éste ofrece un aspecto facial que le lleva, aunque sea por hábito, a rasurase con más o menos frecuencia. Y en cuanto al comportamiento personal ¿cómo olvidar que es característica esencial de la mujer la de ampararse en su femineidad para manifestar sus encantos naturales con el premeditado fin de atraer la atención del género opuesto o la envidia del propio?   Son diferencias  -se me podría decir-  infantiles, que afecta a cuestiones intrascendentes a efectos de tratamiento social.

Yo entiendo que no lo son tanto. Y que, en alguna forma han sido tenidas en cuenta, incluso por el legislador, al, incorporar alguna excepción, en la  idea de igualitarismo. Y si no ¿cómo se explica que la mujer goce legalmente de un trato especial, privilegiado y distinto del que se da al varón con la regulación de la, a mi juicio, mal llamada “violencia de género”? Porque, si se ha de reconocer la igualdad, y si hay –(como efectivamente hay, y en más de las ocasionas en se trascienden al público)- maltrato violento del hombre por parte de la mujer, ¿por qué no se regula también el irregular comportamiento de la mujer?.

No entiendo, pues, que sea acertado hablar, con carácter absoluto, de igualdad entre hombre y mujer. Pero no, ya, por ese aspecto que podría llamar negativo, sino porque desde otro punto de vista, avanzo mi opinión (que pocos adeptos puede tener) de que mujer y hombre son entes de la misma especie, sí, pero dotados de modos de ser diferentes en su actuación y comportamiento. Genéticamente tendrán el mismo cerebro, pero funcionalmente su actividad se manifiesta de manera diferente.

No he hecho ningún estudio sobre el tema, nada sustancial he leído sobre ello, pero por apreciación personal, he llegado al convencimiento de que, en su actividad normal, el comportamiento de la mujer es más sutil y a la vez más incisivo que el del hombre, que su debilidad solo cabe predicarla desde el punto de vista físico, puesto que en el mantenimiento de sus ideas es más consistente, más pertinaz, que el hombre; que es más comunicativa y tiene mayor fantasía, aunque no pueda predicarse lo mismo de la lógica de sus posiciones y discurso; ¿y qué decir de su capacidad afectiva, de su ternura? ¿cabe parangonarla con la del varón, con carácter general?  En este punto podría decir, hiperbólicamente, que la mujer estaría en el camino que lleva de la humanidad a la divinidad (en concepción y terminología de la edad media).

De modo, y concluyo, que me reafirmo en la idea de que no soy machista. Que entiendo que hombre y mujer son esencialmente iguales, pero no totalmente iguales (incluso podría aceptar que el hombre es  ”menos igual” que la mujer. Que, por constitución o por costumbre, unas actividades se adaptan mejor a la forma de ser del hombre y otras a la de la mujer. Y que, al fin, el cocinar es un arte que puede hacer tanto el hombre como la mujer, aunque yo no haya llegado a aprenderlo por razones pragmáticas, que no por ideología filosófica o social.

Madrid, mayo 2018

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