Pinceladas A LO ALONSO QUIJANO.

 

A LO ALONSO QUIJANO.

Me entregaron tu comunicación  cuando me disponía a cenar.
          Terminada la cena, inducido por la lírica de tu escrito, mi fantasía despertó  el deseo de preparar, ya, mi elogio y mi agradecimiento. 

         Y, con ánimo de "divertimento", comienzo a vuelapluma ... y con el pensamiento puesto en el invencible D. Alonso Quijano

          Consumidos las últimas migajas de la pitanza nocturna, pobre en grasas y  nutrientes carbonatados por saludable prescripción de barberos, alquimistas y galenos de los que tanto abundan en las hispanas tierras que el Altísimo quiso bendecir con la afortunada aportación de nuevas pócimas traídas de allende los mares tras el feliz descubrimiento que, engrandeciendo los dominios  del monarca, nuestro Señor Felipe, para envidia de genoveses y temor de moros y gentes de similar ralea, proliferan, y no solo en  salones y cocinas nobles sino hasta en desvencijados figones de pobres aldeanos; consumidas, digo, las sanas viandas que habrían de resistir las nocturnas punzadas de un vientre, escasa, si bien que sanamente alimentado,  y que habíame preparado como cena la diligente Mari Tormes, me puse impaciente a releer tu misiva de modo que mi espíritu quedara más satisfecho con su lectura que mi flaco envoltorio corporal con el ligero condumio nocturno rápidamente consumido.
          Y, a fuer de sincero, debo confesar que el insigne caballero que elevó a inalcanzables cotas la fama de nuestras letras y letrados, ya fueran los criados en bellas cunas o los forjados en las batallas contra berberiscos de la mar mediterránea, aquel caballero de figura triste y pluma fácil,  hubiera disfrutado con placer inigualable si el Hacedor le hubiera concedido el don de retornar a la vida para poder medir su ingenio y el acierto insuperable de sus expresiones, mundialmente admiradas y nunca superadas, con la prosa amplia, prosopopéyica, acertada y elocuente que salta de tu escrito cual Liebre descubierta en hora de descanso.
          Dijérase que había vuelto a la vida quien triste la dejó. Tal suena el tamborilero de los ditirambos con que sabes definir tus emociones y dibujar la excelsitud de tus recuerdos.
          El verbo de tus elogios recala, adulador, sobre el alma del lector, ávido de reconocimientos aún a sabiendas de la endeble consistencia de su real contenido.
          Un modelo,  en fin, de preciada medicina para escapar del feo entorno que nos atribula, permitiéndonos soñar con un mundo mejor de éste al que la vida, si así pudiera llamársele a este nuestro ya largo baquetear  por el mundo, nos ha traído.

         
          Gracias  querido amigo, por esos minutos de gozo  que me han dado pie, además  para preparar a vuelapluma esta pincelada de distendido relajo con el que pretendo devolverte mi deseo de una larga,  si es feliz, vida.


Mi abrazo más cordial

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