Pinceladas.. COMIENZA LA JORNADA
COMIENZA LA
JORNADA
Los albores del nuevo día habían
teñido ya de un rosado-rojizo la negra veleta que adornaba, inquieta por la
suave brisa matutina, el desvencijado tejado que cubría las paredes, frías y
húmedas, de la vieja iglesia.
El cabrero asomaba ya por la esquina
rodeado por sus cabras, fuente única de sus ingresos y únicas compañeras
en su atareada vida de lechero ambulante.
Iba provisto de la cántara de metal,
aún repleta del esperado líquido, y de su "cacillo" como medida
de la leche que repartía a domicilio para servir a los vecinos el primer
alimento del día.
Se preparaba para escanciar el sustancioso
líquido en el cuenco- lechera que la, aún desgreñada, mujeruca, le
presentaba ya, apoyada impaciente en el quicio de la puerta de la calle
con manos aun temblorosas de persona recién salida de la cama.
El ladrido machacón de un perro
callejero rompía el silencio de la naciente mañana.
Se ajustó el chambergo, se apretó sobre
la cintura el abrigo de piel de cordero con el que esperaba vencer el relente
frío de la mañana y, sin prisa, inició el caminar que le llevaría al tajo
Comentarios
Publicar un comentario